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Misericordia de Dios y perdón de los pecados

Supongo que todos tenemos, más lejos o más cerca, un amigo o un pariente con alguna limitación física. Cuando yo era muy pequeño, me sorprendió el accidente de una tía mía que, yendo en moto, perdió su pierna izquierda.  Recuerdo mis visitas al Hospital donde, además de montar en ascensor, para nosotros los pequeños era gran pasatiempo pasearla por los largos pasillos. También conviví en el Colegio Mayor Aralar con el famoso sacerdote Luis de Moya , que después de un accidente automovilístico quedó tetrapléjico y hoy día continúa predicando, confesando, celebrando cada día la Santa Misa, y hasta administrando su página web, que enlacé en su nombre. Conté las dos historias que más cerca tengo, porque seguramente cada quien tiene las suyas. En el Evangelio de Marcos (2, 1-12) aparece la escena de un grupo de amigos en los que se cumplía el mismo suceso: de hecho, uno de ellos mismos era paralítico. La escena se desarrolla en Cafarnaún, probablemente en casa de Pedro, que era el ce

Optimismo y esperanza cristiana

Comienza un nuevo año, al menos en lo laboral, para muchos. Aunque ya llevamos un mes, el inicio de febrero nos hace caer en la cuenta de que el año nuevo no da espera: ¡ya gastamos la duodécima parte! Y el inicio de un año siempre crea expectativas: es famoso el chiste del fanático de un equipo malo de fútbol que repite: “este año sí”. Pero también nos acechan miedos: la crisis económica, los vaivenes de la política, las normas que emanarán los gobernantes de turno, si seremos capaces de lograr los objetivos, cómo responderá nuestra salud… En la vida interior, un poco de lo mismo: cómo responderemos a lo que nos pide Dios; dudamos de nuestras capacidades, parece que cada vez fuéramos peores o, al menos, que no mejoramos. Como si las tentaciones fueran mayores o nuestras defensas cada vez más débiles. Por fuera y por dentro se nota la “mancha viscosa que extienden los sembradores del odio”: crece la tentación del pesimismo. Por otra parte, la liturgia del IV domingo n

Obama: religión y política

Por fin se posesionó Obama. He de decir que, desde varios meses atrás, no veía la hora de que se acabara el tinglado mediático sobre las elecciones gringas. Y eso que no soy anti-imperialista. Solo que no me parecía importante estar enterado de los porcentajes diarios en las estadísticas pre-electorales y toda la parafernalia anexa. En el fondo, se trataba de un cierto pesimismo porque pensaba que cualquier candidato sería, en principio, regular tirando a malo. Como católico, sí que me preocupaba la posición de los candidatos ante los menos favorecidos: los enfermos, los viejos, los embriones, los pobres… Ojalá Obama no cumpla sus promesas anti-vida. Pero el objetivo principal de este apunte -que se sale del habitual carácter litúrgico, pero que el lector encontrará muy relacionado con la línea del blog- era reseñar la primera parte de la ceremonia de posesión. Todos los medios señalaron que el “presidente electo acudió en compañía de su esposa a un servicio religioso en la Iglesia

Navidad: Luz y Salvación

El himno de las vísperas acoge la Navidad cantando: “Oh Cristo Redentor del mundo, Unigénito del Padre, nacido de modo inefable, antes de todos los siglos. T ú que eres la Luz y el Resplandor del Padre , nuestra continua esperanza, acoge las súplicas que elevan tus fieles desde todos los rincones de la tierra. Recuerda, Señor, Autor de la salvación que al nacer, en otro tiempo de la Virgen Inmaculada, quisiste asumir un cuerpo como el nuestro. Sólo en Ti, Señor, venido de la sede del Padre encuentra el mundo su salvación: lo atestigua esta fiesta de hoy cuya celebración se repite cada año”. Se cumple otro oráculo de Isaías (9, 1-3. 5-6), el que profetizaba el nacimiento del Príncipe de la paz: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz, a los que habitaban en tierra de sombras de muerte, les ha brillado una luz. Multiplicaste el gozo, aumentaste la alegría. Se alegran en tu presencia con la alegría de la siega (…). Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado .

Vida de fe

Zacarías era miembro de una familia sacerdotal, descendiente de Aarón —el hermano de Moisés— .Todos los descendientes se dividían el servicio en 24 turnos. Cada turno respondía por dos semanas al año. Solo había tres fiestas en las que oficiaban todos los sacerdotes en Jerusalén: Pascua, Pentecostés y Tabernáculos, según enseña Abogunrin. Como era sacerdote, Zacarías solo podía casarse con una mujer de familia sacerdotal. A pesar de que ambos eran “irreprochables”, en su matrimonio con Isabel no habían tenido hijos, lo que era visto como señal de desaprobación de Dios y, a veces, causal de divorcio. El día de su ministerio ante el altar, Zacarías vio al ángel Gabriel, “guerrero de Dios”, que le anunciaba que su mujer tendría un hijo “al que pondrás por nombre Juan” (que significa “el Señor es favorable”). Pero Zacarías no podía creerlo y pidió un signo. El ángel respondió: “Yo soy Gabriel, que estoy en la presencia de Dios”. Y Zacarías se quedó mudo hasta que nació el niño.

Alegría en Adviento

El mes de preparación para la Navidad ―de modo similar  la Cuaresma ― se caracteriza por la oración y la penitencia; lo indican de modo simbólico las vestiduras litúrgicas de color morado, la moderación en el uso de instrumentos musicales y la ausencia de flores en la decoración de las iglesias. Sin embargo, tanto en estos días como en la preparación de la Pascua , de repente aparece un domingo que rompe el ritmo de austeridad externa: el color pasa a ser rosado, aparecen de nuevo los aromas y colores de las flores y se escucha una vez más el órgano de fondo a los cantos de la iglesia.  ¿Qué sucede? Se trata de los domingos “Gaudete” y “Laetare”: alegraos… La liturgia nos enseña que, también en medio de la penitencia, es posible el gozo; que el dolor nos purifica para celebrar con mejores disposiciones la Pascua o la Navidad. Hoy celebramos precisamente esa jornada. Por eso comenzamos con las palabras del Apóstol Pablo: Alegraos siempre en el Señor: os lo repito, al

María, santa en la vida ordinaria

Celebramos hoy el quinto día de la Novena a la Inmaculada Concepción , en este jueves de la primera semana del Adviento. Decía ayer el Papa en su Audiencia semanal que « en el lenguaje de la Iglesia la palabra Adviento tiene dos significados: presencia y espera . Presencia : la luz está presente, Cristo es el nuevo Adán, está con nosotros y en medio de nosotros. Ya brilla la luz y debemos abrir los ojos del corazón para verla y para introducirnos en el río de la luz. Sobre todo, estar agradecidos al hecho de que Dios mismo ha entrado en la historia como nueva fuente de bien. Pero Adviento quiere decir también espera . La noche oscura del mal es aún fuerte. Y por ello rezamos en Adviento con el antiguo pueblo de Dios: " Rorate caeli desuper" (Ábranse los cielos y llueva de lo alto) . Y oramos con insistencia: ven Jesús; ven, da fuerza a la luz y al bien; ven donde domina la mentira, la ignorancia de Dios, la violencia, la injusticia; ven, Señor Jesús, da fuerza al b