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El Opus Dei, Prelatura personal (28-XI)

Celebramos hoy un nuevo aniversario del cumplimiento de la intención especial de San Josemaría: la erección del Opus Dei como Prelatura Personal. Hace un año, escribía el Prelado: “¡Cuántos recuerdos se agolpan en mi memoria, al considerar los dones que hemos recibido de Dios a lo largo de estos años! Tengo muy presente a nuestro Padre, que aceptó con alegría no ver cumplida esa intención especial suya, para que se realizase en los años de su sucesor; y la fe y la fortaleza del queridísimo don Álvaro, que se apoyaba en la oración y en el sacrificio de innumerables personas del mundo entero, para que el Cielo nos la concediera”. Es una fiesta especial, pues son muchos los dones del Señor que se conmemoran. Por eso, podemos cantar como el Rey Salomón (1 Re 8, 55-61): Bendito sea el Señor ha concedido tranquilidad a su pueblo, que no ha fallado a ninguna de sus promesas. Y con el Salmo 137: Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque me has escuchado. Delante de los ángeles en

Todos los santos

La fiesta de hoy es una llamada a la esperanza. Al comenzar la Misa, nos invitamos mutuamente a alegrarnos en el Señor por esta solemnidad, por la cual se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios. Hoy nos concedes —dice el sacerdote más adelante, en el prefacio— “celebrar la gloria de todos los santos, la asamblea de la Jerusalén celestial que eternamente te alaba. Hacia ella, aunque peregrinos en la tierra, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y animados por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad”. Ahí se explica el sentido de este día: alegrarnos porque en el Cielo hay gente como nosotros, que tuvo nuestra edad, que luchó contra las mismas miserias que nos afectan, que luchaban y ganaban, que luchaban y perdían…Nos alegra, nos tranquiliza, saber que en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad. En el mismo sentido se expresa la oración colecta: concede a tu pueblo, por intercesión de to

Autoridad, servicio y fraternidad

En la recta final de su Evangelio, Mateo (23, 1-12) presenta a Jesús en el Templo discutiendo con las autoridades religiosas, como hemos visto antes. La parte final es muy severa: Como gusta advertir a Benedicto XVI, Jesús se sienta en la cátedra de Moisés y no recrimina el poder que ejercen los escribas y fariseos, sino el mal ejemplo de los que debían ser modelos:   —En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no obréis como ellos, pues dicen pero no hacen . Atan cargas pesadas e insoportables y las echan sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con uno de sus dedos quieren moverlas. Hacen todas sus obras para que les vean los hombres. Ensanchan sus filacterias y alargan sus franjas. Anhelan los primeros puestos en los banquetes, los primeros asientos en las sinagogas y que les saluden en las plazas, y que la gente les llame rabbí. Decir y hacer. Autenticidad, unidad de vida: “ Cœpit facere et d

Amor a Dios y al prójimo

Después de las discusiones sobre el impuesto imperial y la resurrección de los muertos, Mateo presenta una nueva controversia (22, 34-40) : “Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se pusieron de acuerdo, y uno de ellos, doctor de la ley, le preguntó para tentarle: —Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley ? " Si no nos advierten que la pregunta fue hecha “para tentarle”, no habríamos caído en la cuenta, pues se trata de un interrogante fundamental para la existencia, y va en la misma línea de la pregunta del joven rico: ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley ? Quizá la trampa estaba en hacer que Jesús afirmara una frase en la cual se pudieran apoyar para acusarlo de abolir la Ley. Jesús responde con el “ Shemá Israel ”, una especie de credo tomado del Dt 6,4-9, que los judíos practicantes recitaban cada mañana y cada tarde: “Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno. Amarás al Señor, tu Dios, con to

Al César lo que es del César

En el afán por acabar con Jesús, se logró una coalición política impensable: los herodianos s e unieron con los fariseos. Como algún autor ha escrito, esta unión es un “milagro involuntario” de Jesús. Los herodianos eran partidarios de la intervención de Roma, teniendo en cuenta la comisión que conllevaba su mediación con el imperio. Los fariseos, por su parte, veían en el pago de los impuestos una blasfemia: además de la humillación que suponía pagar a una potencia extranjera, las monedas de la época de Jesús presentaban el busto del emperador, coronado con una diadema divina y rodeado de las palabras “Tiberio César, hijo del divino Augusto, Augusto”. Dejemos la palabra a Mateo (22,15-21): “Los fariseos se retiraron y se pusieron de acuerdo para ver cómo podían cazarle en alguna palabra. Y le enviaron a sus discípulos, con los herodianos, a que le preguntaran: —Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas de verdad el camino de Dios, y que no te dejas llevar

Opus Dei, trabajo de Dios

A comienzos de octubre se celebran dos aniversarios en el Opus Dei : el 2, la fundación en 1928 y el 6, la canonización del Fundador en 2002. La oración colecta de la Misa pide al Señor: “Oh Dios, que has suscitado en la Iglesia a san Josemaría, sacerdote, para proclamar la vocación universal a la santidad y al apostolado , concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que en el ejercicio del trabajo ordinario nos configuremos a tu Hijo Jesucristo y sirvamos con ardiente amor a la obra de la Redención”. Vocación universal a la santidad y al apostolado. Una idea por la que fue acusado de herejía y que el Concilio Vaticano II proclamaría con toda la fuerza: “t odos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad ” (Lumen Gentium, 40). La misma oración nos da la clave para alcanzar esa santidad a la cual estamos llamados: “concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que en el ejercicio del trabajo ordinario nos

Dios compasivo y misericordioso

En el discurso eclesiástico del Evangelio de Mateo hay una parábola (20,1-16) que intenta retratar la misericordia divina y mostrar el contraste con la actitud humana.  Jesús enseña de otro modo lo mismo que hizo unos versículos antes, al hablar del perdón : que sus planes no son nuestros planes , como enseñaba Isaías (55,6-9): "vuestros caminos no son mis caminos. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes". Los autores espirituales hablan de la "lógica divina", que a veces es tan distinta a nuestra lógica humana. El tono de la parábola es muy diciente: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.  El denario, una moneda de 3,8 gr de plata, llevaba inscrita la imagen del Emperador y correspondía al salario de un día. Los Padres de la

Perdonar pronto, siempre y todo

En el cuarto discurso de Jesús que recoge Mateo, el sermón "eclesiástico", no solo se habla sobre la corrección fraterna , sino también de otros aspectos que deberían tener en cuenta los apóstoles en los comienzos de la Iglesia, y  nosotros siempre. Uno de ellos es muy importante: el perdón. En el Antiguo Testamento, los grandes pecados eran vengados siete veces. Por ejemplo, dice el Génesis (4,15) que “quien mate a Caín será castigado siete veces”. Y en el Levítico (26,21) se lee: “Si os enfrentáis contra mí sin querer escucharme, multiplicaré por siete los azotes por vuestros pecados”. Hay un caso más grave aún, el de Lamec, descendiente de Caín: “Maté a un hombre porque me hizo una herida y a un muchacho porque me dio un golpe. Caín será vengado siete veces, pero Lamec lo será setenta y siete”. Toda esta “jurisprudencia” está de fondo en la escena del discurso eclesiástico del Evangelio de Mateo (18,21-35): Entonces, se acercó Pedro a preguntarle: —Señor, ¿cuánta

Corrección fraterna

Todos tenemos una imagen popular del amor y de la amistad que incluye varias características: cariño, compañía, apoyo, compartir, ratos amables, diversión, alegría, intimidad. Todas son verdaderas y muestran la importancia para nuestra vida de tener buenos amigos y de ser, ojalá para bastantes personas, otros hermanos que hagan llevaderas las dificultades de la vida. Pero con frecuencia se olvida que el verdadero amor, la verdadera amistad, también son exigentes, pues buscan el bien de la persona querida. El verdadero cariño supera la imagen dulzona: es fuerte, va más allá del sentimiento y del pasarlo bien. Parte de esa fortaleza se nota en la sinceridad para decirle a la persona amada lo que no funciona, sus defectos, sus errores, para ayudarle a mejorar. De esto habla también el mejor amigo de la historia, Jesucristo. En el penúltimo de los cinco grandes discursos en que está estructurado su discurso, Mateo (18, 15-20) explica las enseñanzas de Jesús sobre la Iglesia. H