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Mostrando las entradas con la etiqueta apostolado

Los invitados a las bodas

1. En la recta final de su Evangelio, Mateo presenta a Jesús en el Templo, discutiendo con las autoridades judías. El maestro responde con tres “parábolas de juicio”, la última de las cuales vamos a contemplar en este rato de oración:   —El Reino de los Cielos es como un rey que celebró las bodas de su hijo y envió a sus siervos a llamar a los invitados a las bodas.     Una vez más Jesús compara el Reino con un banquete nupcial, en línea con la predicación de los profetas que anunciaban el matrimonio del Señor –el Hijo- con su pueblo. Pero éstos no querían acudir. Así somos, Señor. Tú nos invitas a gozar de tu intimidad divina y nosotros nos quedamos dedicados a lo nuestro. Nos inquieta que tus llamadas nos quiten nuestra alegría. Como si te tuviéramos miedo… El Señor, que generosamente ha dispuesto su gran mesa –como dice Lucas en el pasaje paralelo- insiste una vez más, como había hecho en el Antiguo Testamento . Nuevamente envió a otros siervos diciéndoles: «Decid a

San Juan Bautista, modelo de director espiritual

Celebramos hoy la fiesta del nacimiento de San Juan Bautista. Como dice San Agustín,  « Él es el único de los santos cuyo nacimiento se festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo »  (además del de la Virgen, habría que añadir) .  El motivo es que   « Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo » , de acuerdo con lo que dice el mismo Señor en el Evangelio: es el último de los profetas, al que le tocó mostrar al Mesías en vivo y en directo. El Prefacio de la Misa resume la misión del Bautista en cuatro momentos: la visitación, la vocación, el bautismo y el martirio:  « Precursor de tu Hijo y el mayor de los nacidos de mujer, proclamamos su grandeza. Porque él saltó de alegría en el vientre de su madre al llegar el Salvador de la humanidad, y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos. El fue escogido entre los profetas para mostrar a las gentes el Cordero que quita el pecado del mundo. El bautizó en el Jordán al au

Junto al pozo de Sicar: la samaritana

1. Continuamos avanzando en nuestro itinerario cuaresmal y llegamos hoy al tercer domingo , con el cual retomamos el curso catecumenal, preparación para los que se bautizarán en la próxima Pascua y rememoración de los compromisos bautismales para los que ya recibimos ese sacramento. San Juan nos invita a acompañar a Jesús, de regreso de Jerusalén, donde la animadversión de los fariseos había aumentado: “cuando supo Jesús que los fariseos habían oído que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan –aunque no era Jesús quien bautizaba, sino sus discípulos–, abandonó Judea y se marchó otra vez a Galilea”. El Señor se dirige al norte, donde tenía sus orígenes y donde había desarrollado el período inicial de su apostolado. Jesucristo escoge el camino más corto, pasando por Samaría, aunque tuviera que encontrarse con personas que no miraban bien a los judíos: había una historia de siglos de confrontación entre las dos poblaciones, pues ambas se consideraban las verdaderas adoradoras d

Sal de la tierra y Luz del mundo

Después de las Bienaventuranzas, el Sermón del monte continúa con una advertencia del Señor a sus discípulos: si bien el sello de su vocación serán las persecuciones, injurias y calumnias que padecerán, ellos –nosotros- debemos ser conscientes de nuestra responsabilidad: Vosotros sois la sal de la tierra. Todos sabemos que la sal condimenta , da sabor. Sobre todo lo saben los hipertensos, que en su dieta hiposódica añoran el rico sabor de este alimento. Cuando Jesús pronunció estas palabras, la sal también se utilizaba para preservar de la corrupción a las comidas, pues todavía no existía el refrigerador. Hay otros significados para esta frase del Señor, pero quedémonos con un tercero: la sal tenía un significado ritual, pues se utilizaba en los sacrificios como símbolo de la fidelidad a la Alianza. Señor: te pedimos tu ayuda para cumplir tu deseo. Tú esperas que nosotros condimentemos el mundo actual, que lo preservemos de la corrupción, que manifestemos la fidelidad a tu Comunión. P

Navidad: El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz

Después de casi un mes de Adviento, llegamos hoy a Belén. Esta escena ha despertado siempre en las personas santas sentimientos tiernos y recios a la vez, como se nota en una obra de San Josemaría: “al hilo de la espera santa de María y de José, yo también espero, con impaciencia, al Niño. ¡Qué contento me pondré en Belén!: presiento que romperé en una alegría sin límite” (Surco, 62). Hoy nos ponemos contentos en Belén. Quisiéramos también romper en alegría sin límite, la alegría de la conversión, de nacer de nuevo con Él, para comunicarla a muchas almas . Ya en la primera lectura (Is 9, 1-3.5-6) palpamos en qué consiste el Amor divino: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz, a los que habitaban en tierra de sombras de muerte, les ha brillado una luz. Multiplicaste el gozo, aumentaste la alegría”. Este canto es un himno de acción de gracias, celebra que el Señor ha liberado al pueblo de la opresión. ¿Y en qué consiste esa luz liberadora? Consiste en que el profet

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

1. Al final de su evangelio, San Lucas presenta a Jesucristo en Jerusalén. Después de la entrada triunfal el Domingo de ramos, el Señor aparece impartiendo sus enseñanzas en el Templo, que era el orgullo de los jerosolimitanos, pues estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas. El origen de este edificio se remonta al Templo de Salomón, que había sido destruido en el siglo VI a.C. Después del exilio de Babilonia, Zorobabel lo reconstruyó, pero le quedó pequeño y simple. Ya en tiempos cercanos al nacimiento de Jesús, el rey Herodes el Grande, amante de la arquitectura, hizo un gran proyecto para reconstruirlo: solo trabajaron sacerdotes, para que no lo construyeran manos impuras. Comenzó la obra el 19 a.C. y no terminó la última decoración hasta el 64 d.C. En la escena que presenta el tercer evangelio (Lc 21,5-19), Jesucristo lo ve casi concluido (corría más o menos el año 27 d.C., o sea que la obra llevaba unos 46 años, como dice el evangelio de Juan 2,20). Era mucho más